24.11.07

INFAUSTO

Mi nombre es Indalecio Fausto, y aunque prefiero que me llamen 'Indy' mis amigos tienen la predilección por llamarme Infausto. Se ve que les resulta más gracioso y yo, la verdad, ya me he acostumbrado. Mi novia, en cambio, tiene favoritismo por mi apellido. No sé si realmente eso fue lo que más le atrajo de mi. A veces creo que es lo único que le atrae de mi. Pero lo cierto es que a ella le van un poco (mucho) estos rollos tenebrosos, de Belcebú, de vender el alma al diablo, satán, la estrella de cinco puntas... Y por ello me llama simplemente Fausto (o Faustín, cuando estamos un poco acaramelados).

No nos parecemos en casi nada. A ella le gusta el vino tinto (será por el color de la sangre) y a mi me gusta el Vichy Catalan (será por lo insipida que es mi vida). A ella le mola Marilyn Manson y a mi me atrae Paulina Rubio (nótese que he escrito la palabra 'atrae', del verbo 'atraer' ya que si hablaramos de gustar, me gusta mucho más cuando está callada, en alguna pasarela de moda mostrando ese culito respingón... mmmh!).

... ya estoy de vuelta. He ido un momentito al WC, o mejor dicho, al excusado, que suena más, más... Bueno, estábamos en los gustos musicales de cada cual. A mi lo que me pirran son las Bandas sonoras de las pelis. Muy a menudo, cuando se acaba la pelicula en el cine, soy el último en salir de la sala ya que me quedo a ver el final de los créditos y saco mi pequeña agenda para tomar nota de los artistas que participan en la BSO para bajarmelos luego por 'lamula'. Me acuerdo cuando fui a ver 'El último Mohicano' y una vez finalizada la pelicula empezé con mi pequeño ritual de anotaciones cuando, al cabo de un par de minutos oí una dulce voz que provenía de la zona de salida que decía cariñosamente algo así como :

-¡¡Fausto... ¿ te vienes o qué ? que ya 'san cargao' a todos los indios. Por Dios !!!!.

Esta es ella, mi novia. Muchas veces no se para nada en que piensa ni que hace. Pero una cosa que si he aprendido es que, cuando pone la palabra 'Dios' en su boca significa que realmente anda algo cabreada. La pelicula no le gustó (excepto cuando el indio malo le saca el corazón al padre de la Madeleine Stone). Nota: según los americanos de EEUU, lo del indio malo es simplemente una redundancia.
En fin, sigamos con los gustos de cada cual. En cuanto a la lectura, a ella le chiflan todos los libros que tengan que ver con el esoterismos. Y claro está, no hay domingo que no se enchufe a ver Cuarto Milenio, de ese tal Iker. En cuanto a mi, me quede prendado de 'El mecanoscrit del segon origen'. La idea de una pareja de seres humanos, macho y hembra (y yo me pongo en el papel del macho) teniendo ante sí la ardua tarea de repoblar el planeta Tierra despues de una ecatombe nuclear le llamó mucho la atención a mi calenturienta imaginación. No hace falta decir que mi media naranja en ese escenario seria... ¿mi novia?....No, no, no... seria Paulina Rubio, eso si, calladita.

15.11.07

DREAMS

Y ahí me encuentro. Sentado en un trono, un gran trono de piedra. Mi cuerpo desnudo. Sólo una capa roja atada al cuello que se desliza por la espalda. Creo que debería sentir frío en mis nalgas en contacto con la lisa superficie de la poltrona en que me hayo. Pero no. No tengo esa sensación. El ambiente es caldeado y veo pequeñas cortinas de humo que se alzan del suelo pero no atino la razón por qué emergen. Inclino la cabeza hacia mi pecho y descubro como ha cambiado. Ha aparecido en mi torso una cantidad de bello que jamás había estado ahí. Recorro mis brazos con la mirada y también en ellos la cantidad de pelo ha aumentado. Alzo las manos ante mis ojos. Esas no son mis manos. Se han convertido en garras, con las venas al descubierto y largas uñas curvadas al final de los dedos.
No entiendo que está ocurriendo. No comprendo donde estoy ni como he ido a parar hasta aquí. Me palpo la cara y noto una gruesa y puntiaguda barba que no había tenido jamás. De pronto el sonido de unos tambores. No sé que hacer. No se si levantarme y huir corriendo o quedarme inmóvil como una estatua vigilando todo mi alrededor.

Opto por no moverme intentando hacer el mínimo ruido con lo acelerado de mi respiración.
Estoy en el centro de una sala de la que no ve final alguno. Delante, a unos pocos pasos se encuentra anclado en el suelo y en medio de un círculo de color áureo un pequeño obelisco circular sin ninguna arista, con su vértice redondeado, totalmente liso, de un medio metro de altura, intuyo formado de algún material pétreo, quizá marmóreo y de una tonalidad oscura.
Poco ancho en su extremo superior (debe tener unos 5 cmts. de diámetro) se va ensanchando poco a poco hasta llegar a su base.
Ahora dirijo la mirada hacia el vacío pues oigo unos pasos que se acercan. Aparece atravesando la penumbra una joven totalmente desnuda que se dirige lentamente no sé si hacia mi o hacia ese extraño artefacto. Sus pasos, cortos y pausados provocan el aumento de mi inquietud. Cuando, por fin, tengo todo su cuerpo ante mi vista puedo contemplar su belleza. Su aspecto es joven, muy joven, su piel blanca, sus pezones rosados, un pequeño triángulo por bello púbico. Ataviada con un peinado liso y moreno con una cinta alrededor de la frente como si de una concubina egipcia se tratara. Sigue avanzando, ahora con sus ojos clavados en mi cuerpo hasta pasar al lado del objeto donde se acaba deteniendo. Suenan, ahora con más fuerza y más numerosos, una retahíla de tambores. Ella, lentamente, alza una mano y coloca el dedo índice sobre sus labios, acariciándolos, para luego sacar la punta de la lengua y humedecerlo. Su mirada, fija, no se aparta un solo momento de mi. Pero no es mi rostro lo que contempla.
Empiezo a sentir una agradable sensación. Lo que anteriormente era temor se está convirtiendo en un cierto placer al contemplar su cuerpo desnudo. Noto como mi pene se está poniendo erecto.
Ella esboza una pequeña sonrisa. Ahora tengo claro cual es la parte de mi cuerpo de la que no ha separado su mirada. Sin más, empieza a acariciar su sexo, a recorrerlo con el dedo mientras contornea sus caderas. Ella sigue excitándose mientras mi sexo va creciendo. También yo tomo el pene entre mis garras. Mientras lo voy acariciando, ella, aproximándose hacia el pequeño obelisco y separando levemente las piernas se posa encima de él. Mientras con una mano acaricia sus senos con la otra sigue tocando su sexo para luego tomar la punta del obelisco y haciendo pequeñas flexiones de rodillas írselo acoplando poco a poco.
Sigo frotando mi falo, cada vez con más fuerza, pues la visión de esa mujer jugando e introduciéndose ese artilugio dentro de su cuerpo hace que me sienta a punto de estallar. Pienso, por un momento, en abalanzarme sobre ella. Pero oigo sus gemidos de placer y opto por seguir observando como, cada vez más, el obelisco va penetrando en su coño. Buena parte del extremo ya está en su interior y ella sigue contorneándose para darle más cabida. Conforme ese extraño falo va introduciéndose entre sus piernas el diámetro que queda aun al descubierto va siendo más y más ancho, con lo que también parece aumentar su placer.

De pronto percibo una especie de éxtasis que jamás había experimentado. Mis ojos se tornan en blanco y de mi garra sale un chasquido de dedos. Deseo que empiece el ritual...
El círculo áureo sobre el que ella está situada empieza a descender lentamente quedando el obelisco, sin embargo, totalmente inmóvil. Sigo oyendo sus gemidos ante el falo de piedra. El círculo sigue descendiendo. Las piernas de la joven pasan de estar semi flexionadas a quedar rectas, erguida toda ella. Y sigue descendiendo. Ya se encuentra de puntillas cuando un halo de terror se posa en su mirada y los que antes eran gemidos de placer ahora se tornan en gritos de ansiedad. Posa sus dos manos en la resbalosa superficie del obelisco para tratar de frenar con ellas el peso de su cuerpo. Pero se le resbalan. Sus pies ya no tocan superficie plana alguna e intenta, en un último esfuerzo, entrelazar sus piernas al obelisco para detener la gravedad de su cuerpo. De nada sirve. Se va hundiendo dentro de ella, poco a poco, mientras sus gritos de dolor y desesperación inundan todo el espacio. Sus entrañas se van desgarrando. Al poco tiempo deja de emitir cualquier sonido. Ha quedado ensartada. Por las negras paredes de la extraña piedra van cayendo hilos de sangre.
A mis pies, un enorme charco de leche blanca. Ya estoy iniciado.